En Ramos Mejía y en el Oeste
del conurbano dejó un rastro imborrable, y, a partir de su exilio, en Murcia y en el sudeste de España,
donde su talento como director teatral y como maestro supo recibir un
prestigioso lugar de mérito. Había nacido en Ramos Mejía norte en 1933 en un
humilde hogar de libaneses, y desde muy joven sintió una pasión de vida por las
tablas. Integró distintas compañías mientras avanzaba en su formación hasta
afirmar su órbita de trabajo en el Teatro del Pueblo, que dirigía el recordado Leónidas
Barletta. Se lo solía encontrar de manera frecuente en rueda de estudiantes de teatro y de
amigos en el bar Dos Avenidas, de la esquina de Avenida de Mayo y Rivadavia,
hablando de sus pasiones: el teatro, el tango y el fútbol, e intercalando a
menudo frases o versos de Discepolo, de Manzi o de Cadícamo. Se lo apodaba
afectivamente “el Turco”, y en esos años del ’60 y del ’70 puso en escena en la
Casa de Cultura de la calle Belgrano varias obras a sala llena, además de dejar
su siembra mayor en la enseñanza de su arte. “Las siete muertes del general
Quiroga”, de Pérez Pardella; “La zorra y las uvas”, de Figueiredo, y la universal “Romeo y Julieta”,
de Shakespeare, fueron algunas del las obras que supo subir a escena, en
algunas de ellas destacándose también como actor. En 1998 tuvo edición en
España su libro Arenas que la vida se
llevó, integrado por una compilación de artículos. Sin dudas, un hijo
pródigo de la Provincia; un maestro y un humanista que debió
degustar las mieles amargas del exilio. Falleció en el verano ibérico del año
2000. En la localidad de Beniaján, Murcia, el Teatro Edmundo Chacour, una de sus creaciones mayores, continúa con su escuela y sus funciones.
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Edmundo Chacour acompañó cada semana el ciclo poético fundacional “Del monólogo al diálogo”,
que tuvo lugar en el otoño de 1971 en la Casa de Cultura de Ramos Mejía, donde
el director teatral daba clases y ensayaba sus obras.