LA RAZÓN ES CIEGA CUANDO SE AGITA UN PRISMA
Cualquier
palabra no es tu palabra;
no es tuya la
voz del niño
con garganta de trueno,
ni el color
del tulipán, ni la brisa del sur.
Ese escudo no
te cubre del temor,
esa cota no
impide el paso de las flechas.
A veces, la
luz se dispersa
para dejar un hueco confuso
en el ojo de los hombres.
Cuando los bosques en tierras aún indecibles
no
imaginaban su follaje,
cuando el sol era un punto
con todos
los puntos encendidos,
cuando los astros eran fragmentos
de un
único astro incomprensible y loco,
y la molécula vibraba en la insistencia,
el escriba
ya era parte de un recuerdo
en la
materia,
y aunque sus ojos no atinaban ni el espíritu
ni el
hueso, ni el calor, ni la intemperie,
en su inercia la vida planeaba la risa de la pasión
y el
cuarto oscuro de la ciencia.
Luego un hombre entrevió el roce, la fisura,
el músculo partido
por la
simple disolución de la franqueza.
Y gimió.
Poema leído por Ricardo Rubio en el café Montserrat en ocasión de la presentación
de la antología Poesía de La Matanza, 1970-2015 el viernes 21 de agosto.
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